Este lunes los argentinos vivieron dos hitos, que parecen contradictorios: llegaron al millón de infectados de covid-19 el mismo día en que se cumplían siete meses desde que se impuso una cuarentena, que se ha convertido en la más larga del mundo.
El país sudamericano es actualmente el quinto con más contagios en todo el planeta, después de Estados Unidos, India, Brasil y Rusia, naciones con poblaciones mucho mayores.
Esto a pesar de que Argentina fue uno de los primeros en la región en imponer restricciones masivas como la prohibición para circular (con excepción del personal esencial), el cierre de empresas y comercios, y el freno de todos los vuelos comerciales y de las rutas de autobús de mediana y larga distancia.
Allí se aplicó el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio, menos estricto que el Aislamiento Social impuesto en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde vive el 40% de los argentinos.
Aunque también en el AMBA se fueron flexibilizando las medidas, y desde julio dejaron de aplicarse multas a las personas que violan la prohibición de circular, la cuarentena decretada por el presidente Alberto Fernández aún sigue vigente y ya se extendió una docena de veces.
El transporte público sigue siendo para uso exclusivo del personal esencial, las escuelas y universidades siguen cerradas en gran parte del país y Argentina es la única nación del mundo que aún no tiene vuelos de cabotajes, que supuestamente se reiniciarían este jueves.
A pesar de todo esto, el país lidera hace unas semanas el ranking mundial de muertos diarios de covid-19 por millón de habitantes.
Desde que por primera vez se reportaron más de 100 muertes diarias, el pasado 20 de julio, la curva de contagios y decesos se aceleró y en los últimos tres meses la cantidad de fallecidos pasó de unos 2400 a casi 27.000.
No obstante, las autoridades resaltan que en un dato clave a Argentina le ha ido mejor que a muchos otros países, en especial en Europa y América Latina.
La tasa de mortalidad del coronavirus —es decir, la cantidad de muertos totales por millón de habitantes— es cercana a los 600, una cifra que coloca a Argentina en el puesto 15 a nivel mundial, por debajo de países como Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, España, México, Reino Unido e Italia.
Además, el país ha logrado atravesar el aumento de casos sin provocar un colapso de su sistema sanitario, incluso en medio del invierno, algo que muchos expertos atribuyen a la cuarentena que logró «aplanar la curva» de contagios.
Este aplanamiento les dio tiempo a las autoridades sanitarias a prepararse y también permitió el desarrollo de técnicas efectivas para tratar a los pacientes, que ha reducido la tasa de letalidad.
La mayoría de los expertos consultados por los medios locales coinciden en que la principal explicación es la falta de una mayor cantidad de testeos y una estrategia de búsqueda de contactos de personas infectadas.
Y es que si bien Argentina siguió al pie de la letra las sugerencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de imponer el uso de barbijos y la distancia social, no acató la tercera pata de la estrategia: testeos y rastreos masivos, sobre todo de infectados asintomáticos, que son quienes más diseminan el virus.
Fuentes del gobierno citadas off the record explican que los testeos más eficientes son costosos, una traba para un país que incluso antes de la pandemia ya atravesaba una grave crisis económica.
Si bien muchos expertos en salud respaldan la cuarentena impuesta por el gobierno, las propias autoridades han admitido que no calcularon bien la extensión que iba a tener la enfermedad.
«Todos pensábamos que la pandemia en América iba a durar poquito, no como en Asia, pero sí como en Europa», reconoció en declaraciones a Radio Continental el ministro de Salud argentino Ginés González García.
El mismo funcionario había sido criticado a comienzos de año por haber minimizado la posibilidad de que el virus originado en China llegara a Argentina, donde era verano, afirmando que el calor destruía el covid-19.
Por otra parte, algunos especialistas señalan que uno de los errores más grandes que cometió el gobierno fue no haber evitado que se infectaran los barrios vulnerables, donde el hacinamiento hace casi imposible mantener el aislamiento social.
También se ha criticado la decisión de prohibir por meses todas las actividades recreativas al aire libre, a pesar de que se ha demostrado que el riesgo de contagio en exteriores es menor.
Esto llevó además a que muchos argentinos dejaran de hacer ejercicio y aumentaran su consumo de alimentos, bebidas y drogas, debilitando su sistema inmunológico y disparando los niveles de ansiedad y depresión, en especial en niños y adolescentes.
A pesar de que los casos están bajando en la región metropolitana de Buenos Aires, la más poblada del país, están subiendo rápidamente en otros lados.
Desde septiembre que hay más infecciones en provincias del interiordel país que en el AMBA.
Esto llevó al presidente Fernández a afirmar que ahora la principal preocupación ya no es el Gran Buenos Aires sino esas regiones.
El pasado 12 de octubre, al extender el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en el AMBA hasta el 25 de octubre, el mandatario decretó que algunos departamentos en 18 provincias debían volver a cumplir una cuarentena estricta.
«El virus se fue a las provincias mientras pensábamos que lo teníamos controlado en el AMBA», reconoció al diario La Nación Luis Cámera, secretario de la Sociedad Argentina de Medicina y asesor del gobierno.
El médico Daniel Gatica, quien fue atacado por familiares de un muerto de covid mientras trabajaba en los servicios de emergencia de un hospital en el norte del país, en Orán, Salta, le dijo a BBC Mundo que allí nunca se hizo cumplir el distanciamiento ordenado por las autoridades.
Lo cierto es que no solo en Salta se dejó de cumplir la cuarentena hace meses.
Ya sea por necesidad económica o por cansancio del encierro, los argentinos dejaron de acatar las órdenes de aislamiento y distanciamiento ordenadas por el gobierno.
En tanto las autoridades dejaron de aplicar multas a los infractores.
Este movimiento de personas, en particular las reuniones de familia y sociales, realizadas por mucho tiempo puertas adentro porque estaba prohibido usar espacios públicos, fueron un factor determinante para explicar el aumento exponencial de casos y muertes a partir de julio.
Las autoridades y sus críticos se acusan mutuamente por este relajamiento.
Los primeros apuntan especialmente contra los grupos «anticuarentena», que incluso protagonizaron una serie de marchas —la última y una de las más masivas el pasado 12 de octubre— protestando por la falta de libertad y lo que algunos llaman una «infectadura».